jueves, 27 de enero de 2022

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 20

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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  Sobre los automóviles eléctricos, el hecho de que cada vez existan más modelos, con mejores prestaciones, y más asequibles está contribuyendo a generar un gran optimismo con respecto a esta tecnología. Pero esto también podría ser un espejismo, por varias razones. Los llamados vehículos híbridos, capaces de funcionar con motores de combustión interna y con motores eléctricos, empiezan a tener una presencia destacable en el mercado, pero no hay que olvidar que siguen dependiendo de los combustibles fósiles. Algunos modelos pueden enchufarse a la red, pero su autonomía eléctrica es tan baja que necesariamente precisan llegar su depósito de gasolina o diésel en algún momento. Por su parte, los vehículos totalmente eléctricos, de los que ya existen modelos disponibles en el mercado para usuarios de alto poder adquisitivo, presentan algunos problemas que les impiden competir todavía en igualdad de condiciones con sus homólogos de combustión interna. El mayor de esos problemas es la escasa autonomía, lo que los hace inadecuados para trayectos largos; la posibilidad de que la batería se agote en pleno trayecto, o justo cuando uno más necesita del vehículo, sigue siendo enorme, a pesar de los avances de los últimos años. En este asunto no pueden competir con los vehículos tradicionales, que los superan muy de lejos todavía. 

   El tiempo necesario para recargar las baterías es el otro gran problema de los vehículos totalmente eléctricos: puede ser precisa toda una noche de recarga, empleando la red eléctrica doméstica. Existe la posibilidad de recarga ultrarrápida, pero aun así el tiempo de repostaje todavía es largo, de entre dos o tres horas, y los lugares que ofrecen este servicio son casi inexistentes en la mayoría de los países. Por otro lado, la escasa densidad energética de las baterías, en comparación con los combustibles líquidos convencionales, hace que uno tenga que olvidarse de los camiones o la maquinaria pesada: la locomoción eléctrica, de momento, parece estar limitada a los vehículos automóviles ligeros (turismos y motocicletas)nota 3.

   Un argumento que se esgrime para resolver estos problemas es la confianza en el desarrollo tecnológico. En relación con ello, parece olvidarse que los problemas que arrastra el uso de baterías en la locomoción no son cosa de ahora, sino de hace más de 100 años. Los ingenieros de finales del siglo XIX, de cuando los coches eléctricos les ganaban la partida a los de gasolina, luchaban con los mismos problemas que ahora: la escasa autonomía de la batería y el elevado tiempo necesario para recargarla. Este hecho revela que no puede esperarse una solución espectacular para estos problemas en el plazo de una o dos décadas, como sugerirían los tecno-optimistas. Existe otra confusión habitual, también de corte tecno-optimista, y es emplear el ritmo de avance en otras áreas, como la electrónica, como patrón básico cuando se habla de desarrollo tecnológico. Que la capacidad de un ordenador se haya multiplicado por mil en pocos años no significa que en el mundo de las baterías sea factible un avance tan espectacular. Los problemas físicos y  químicos envueltos no son los mismos en el mundo de la electrónica que en el mundo de las baterías. Confiar que en una o dos décadas van a arreglarse los problemas con las baterías en la automoción eléctrica, problemas que se arrastran desde hace más de un siglo, es como decir que en una o dos décadas la medicina nos permitirá vivir 20 años más; ni una cosa ni otra puede darse por descontado, más bien todo lo contrario: la prudencia nos obliga a pensar que no será así. 

   Pueden apuntarse otros problemas relacionados con la locomoción eléctrica, como la progresiva escasez de materias primas para construirlos. El cobre barato y fácil de extraer se está agotando, hoy en día hay que mover toneladas de roca para conseguir unos kilos de este metal, con lo que es posible que pronto la fuente más asequible del mismo sea el reciclajenota 4. Y los coches eléctricos usan una gran cantidad de cobre, además de ciertos metales raros y escasos. Por otro lado, el componente básico de las baterías actuales, el litio, también es un recurso finito. Con las previsiones de demanda actuales relacionadas con los vehículos eléctricos, su oferta está garantizada. Pero si hablamos de sustituir todo el parque automovilístico mundial (1.200 millones de vehículos) en este siglo, o incluso doblarlo para 2040, como indican algunas previsiones (IEA, 2016), entonces la disponibilidad de litio es más que discutible. Ya no vivimos en un mundo de grandes horizontes, con recursos prácticamente ilimitados, tanto en lo que se refiere a fuentes de energía, como a recursos minerales y alimentos. Tal vez esa era la mentalidad dominante a principios del siglo XX, pero ahora estamos en el siglo XXI y las cosas han cambiado. Hoy en día tenemos que adoptar un punto de vista más racional, y tener en cuenta no solo nuestros deseos de crecimiento, sino también las posibilidades del medio que nos rodea. Aceptar sin más que no habrá en el futuro problemas en el transporte por carretera, porque contaremos con 2.400 millones de vehículos eléctricos en 2040 a nuestra disposición, es una asunción insostenible porque elude dificultades básicos, como la de que cada uno de estos vehículos necesita unos cuantos kilos de litio, lo que significa consumir los 14 millones de toneladas (U.S. Geological Survey, 2017) que existen en el mundo antes de que finalice el siglo. 

   Pero uno de los mayores problemas en relación con la locomoción eléctrica como heredera de la locomoción tradicional, basada en motores de combustión interna, es el de la energía. Los automóviles eléctricos consumen electricidad. Tanto si uno los conecta en su red doméstica como en un punto de recarga rápida (si encuentra alguno en su país) se consume una electricidad que el usuario tiene que pagar. La cuestión vuelve a ser la escala: unos cuantos vehículos eléctricos en las ciudades no suponen ningún problema para las redes de producción y distribución eléctrica actuales, pero si hablamos de miles de millones de estos vehículos no está tan claro de dónde va a salir toda la electricidad necesaria. Si hoy en día tenemos energía eléctrica barata y abundante es porque tenemos combustibles fósiles a nuestra disposición; no hay que olvidar que son estos la base de nuestra economía, los que contribuyen a hacer posible todo lo demás. Es el excedente energético proporcionado por los combustibles fósiles lo que explica en buena medida el grado de desarrollo material alcanzado por el mundo, y es ese mismo excedente lo que ha permitido mantener el estado de bienestar. Una parte esencial de ese bienestar es, como decimos, la disponibilidad de energía eléctrica barata y abundante, pero esto es algo que no podemos dar por garantizado en el futuro; una vez más, recordemos que no estamos ya en el siglo XX, sino en el siglo XXI. En el caso de la electricidad, como en muchos otros asuntos, es necesaria una actualización urgente de nuestra mentalidad, para hacerla acorde con los nuevos tiempos, de esa manera los necesarios ajustes que tendremos que abordar no nos pillarán por sorpresa.


Notas:
 La información sobre los vehículos eléctricos, incluyendo sus ventajas, sus problemas, la comparación con los tradicionales así como sus perspectivas de futuro, es cada vez más abundante en internet. Puede consultarse, por ejemplo, Electric vehicles in Europe (EEA, 2016). Volver al texto
 Para más información sobre el progresivo agotamiento de los recursos minerales terrestres, véase el trabajo Thanatia. The destiny of the Earth's mineral resources. A thermodynamic cradle-to-cradle assessment (Valero Capilla y Valero Delgado, 2015). Volver al texto


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