jueves, 9 de diciembre de 2021

Las carreteras y el fin de la era del petróleo - Fragmento 15

 

Citación sugerida:
Molina Molina, José Antonio (2020): Las carreteras y el fin de la era del petróleo.

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   La progresiva fragmentación de los hábitats conlleva la generación de una serie de micro hábitats, hábitats de borde, o hábitats fronterizos con cada vez menos recursos, y con menor capacidad para albergar una flora y fauna comparable a la original nota 9. Animales y plantas necesitan de un espacio mínimo para su supervivencia, y cuando la parcelación del terreno es tan alta que se viola esa condición, las especies empiezan a desaparecer nota 10. En el mejor de los casos, algunas persisten pero se subdividen en poblaciones tan pequeñas que en el seno de las cuales se ve amenazada la variedad genética. Además, estas poblaciones reducidas son mucho más vulnerables a las perturbaciones de origen natural o humano, lo que acelera su decadencia.


Figura 5.2: Efecto de una carretera sobre un hábitat. A la izquierda aparece de manera esquemática un territorio en el que existe un hábitat originario, o central, con una alta riqueza biológica, rodeado por un hábitat de orla, más pobre, que en general hace frontera con el mundo del hombre. Cuando se construye una carretera, el hábitat central se reduce más de lo esperado, a costa de la generación de nuevo hábitat de orla, por los efectos de borde de la vía. Aparte de haber perdido extensión neta, el hábitat originario pasa a estar dividido en dos partes con escasa conectividad, lo que aumenta su vulnerabilidad frente a nuevas agresiones. Fuente: EEA y FOEN, y elaboración propia.


   Una carretera no es un corte limpio y discreto en una zona natural, sino que es como una herida sucia y abierta cuyos efectos se trasladan a la piel continua. No hay, por consiguiente, un contacto directo entre el hábitat original y los linderos de la carretera, sino que se genera un hábitat de borde de menor biodiversidad que sustituye al originario, con invasión de otras especies de plantas y animales, y marcado por todos los efectos negativos provenientes de la utilización de la carretera así como de todas las actividades de colonización humana que estas permiten. Estos hábitats de borde pueden extenderse mucho más allá de la carretera, hasta 1.000 metros o más según los casos (Quintero, 2015), lo que significa que el hábitat original se reduce mucho más de lo que podría esperarse. La propia anchura de la carretera puede ser minúscula comparada con el impacto espacial que provoca, a partir de ese hábitat de borde cada vez más contaminado y degradado por la presencia humana, y ejerciendo una presión cada vez mayor sobre el hábitat originario, al que va sustituyendo progresivamente. Cuando a la carretera original se suman nuevas vías, con sus propios efectos de borde, el resultado final es la sustitución completa del hábitat original por otro mucho más empobrecido, compuesto por los sucesivos hábitats de borde solapados unos con otros. Incluso estos hábitats empobrecidos, sin apenas ya rastro del hábitat original, cuando se ven todavía más fragmentados por las vías o degradados por las actividades humanas, terminan por desaparecer hasta que tenemos ante nosotros una serie de porciones de tierra pelada en las que tendremos suerte si encontramos alguna largartija.

   Otra amenaza que provocan las carreteras es que permiten que los ecosistemas naturales se vean colonizados por especies invasoras que aumentan el grado de decadencia de las especies autóctonas, bien sea por esquilmar sus recursos o por la propagación de enfermedades. Ahora bien, de estas especies invasoras, que encuentran su oportunidad de colonización de parajes naturales gracias a las carreteras, la peor y más mortífera es el ser humano. Ya hemos hablado más arriba de los impactos indirectos, que son el resultado de la capacidad invasora propia de las carreteras, gracias a la cual el hombre y su voracidad encuentran el camino expedito hacia lugares hasta entonces inalcanzables o de difícil acceso. Las carreteras atraviesan ríos, valles profundos, altas montañas (bien escalándolas o bien penetrando en sus entrañas), y se abren paso a través de la espesura más intrincada derribando árboles centenarios, aunque no son sino una avanzadilla de la destrucción que viene después nota 11. Con las carreteras, para nosotros es más fácil conseguir y transportar la madera de los árboles, sustituir la jungla o el bosque por nuevas tierras de cultivo, construir nuevas comunidades o urbanizaciones, instalaciones industriales, zonas de recreo, etc., siempre a costa de las plantas y los animales que habitaban allí antes que nosotros. Las fotografías por satélite de carreteras en mitad de la selva amazónica han mostrado los estragos que causa la actividad humana en los aledaños de las vías, que se extienden de manera transversal a las mismas, formando una especie de espina de pescado (fishbone) que se prolonga a lo largo de cientos de kilómetros. Estas espinas de tierra pelada, que emergen desde las carreteras, con el tiempo se adentran más en la jungla, y crecen en grosor hasta solaparse unas con otras. Al final, la carretera, que antes atravesaba una selva, termina por discurrir en un páramo arrasado o lleno de cultivos. Se estima que el 30% de la selva amazónica habrá desaparecido hacia 2030 (BBC Mundo, 2009) nota 12, y las carreteras actuales o los nuevos proyectos viarios en marcha en esa zona del mundo tendrán una buena parte de la responsabilidad de ello.


Notas:

 Conviene recordar aquí el ejemplo de la alfombra persa dividida en rectángulos deshilachados, para entender que la suma de estos hábitats fragmentados no es igual al hábitat de partida. Un hábitat natural es un sistema muy complejo y solo ahora empezamos a entender lo que ocurre cuando se divide. Siguiendo el documento Landscape fragmentation in Europe (EEA y FOEN, 2011), podemos imaginar un hábitat compuesto por un amplio núcleo central, de grandes herbívoros y sus depredadores, rodeado de un hábitat de orla, con otro tipo de especies. Las especies del hábitat central no pueden sobrevivir en el hábitat de orla. Sobre este hábitat de orla, podemos imaginarlo, de manera aproximada, como una amplia franja de terreno entre el mundo silvestre (lo que llamamos el hábitat interior) y el mundo del hombre. Cuando una carretera atraviesa esta región, el hábitat interior queda mucho más reducido de lo que cabría esperarse, dado que a ambos lados de la carretera dicho hábitat central desaparece y se ve sustituido por el hábitat de orla. Para entenderlo mejor puede compararse con un huevo frito, sobre el que se pone un bolígrafo: es como si la irrupción de este generara en sus aledaños nueva clara a costa de la yema, la cual se divide en dos más pequeñas. Se ha perdido, en conjunto, calidad alimenticia, porque la yema (el hábitat interior, más rico) se ha dividido en dos más pequeñas (y que juntas ya no son la suma de la primera) y la clara (el hábitat de orla, generalmente más pobre), ha crecido. Volver al texto

 10  Puede estimarse, hasta cierto punto, el umbral de fragmentación del paisaje que puede conducir a la extinción de una especie concreta. Las variables son el grado de fragmentación, el volumen de tráfico, la cantidad y calidad del hábitat, y las necesidades de esa especie en concreto. Las simulaciones por ordenador pueden encontrar el nivel de fragmentación límite a partir del cual la recuperación de una especie en proceso de desaparición sería inviable (EEA y FOEN, 2011). Volver al texto

 11 El cine nos ha dado ejemplos de esa colonización violenta de la naturaleza por parte del hombre; citemos dos películas completamente diferentes. En The emerald forest (John Boorman, 1985) un jefe indígena presencia con su aprendiz la progresiva destrucción de su mundo debido al ‘pueblo termita’, que se come a los árboles. “Están arrancando la piel de la tierra, ¿cómo respirará?” es una de las frases que revelan su estupefacción ante nuestra conducta. Lo progresivo de la destrucción se pone de manifiesto en otra frase del jefe: “Cuando yo era niño, los bordes del mundo estaban muy lejos, ahora están más cerca cada año”. Es difícil que nosotros comprendamos una sensación parecida, porque no la hemos vivido, pero podemos intentarlo imaginando que habitamos una isla que se está hundiendo en el océano, sin que ninguno sepamos nadar, para tratar de sospechar la angustia que sufrieron muchos pueblos indígenas antes de desaparecer para siempre, y sin que exista, al menos, una página en los libros de historia que les sirva de epitafio. En una película radicalmente distinta y mucho más influenciada por el mercantilismo de la industria cinematográfica actual, Avatar (James Cameron, 2009), los humanos del siglo XXII arrasan la exuberante naturaleza de la luna Pandora. En ella, unos nativos algo más estilizados y azulados que los del Amazonas son incapaces de hacer frente a la maquinaria bélica de los invasores terrestres. 24 años separan a la bellísima indígena Kachiri (interpretada por la actriz Dira Paes) de la selva brasileña, de la alienígena Neytiri (‘construida’ a partir de la actriz Zoe Saldaña) de la luna Pandora. Dentro de otros 24 años, ¿podrá volver a rodarse una película ambientada en una selva real, como la de The emerald forest, o ya solo veremos en el cine selvas de pega, como la de Avatar? Volver al texto

 12 La ganadería es la principal causa de deforestación, seguida de la agricultura de subsistencia o de pequeña escala, los incendios, la minería, la urbanización, los caminos, las represas, la tala legal e ilegal, y la agricultura a gran escala de productos como la soja. Es a partir de las carreteras y caminos desde donde “los agricultores empiezan a quemar y a talar terrenos a lo largo de los caminos y gradualmente se extienden por la selva” (BBC Mundo, 2009). El artículo lo muestra con imágenes satelitales donde se evidencia que las zonas deforestadas empiezan teniendo la forma de una ‘espina de pescado’, citada en el texto, hasta que llega el momento en que toda la superficie ha sido deforestada. La desaparición de la selva amazónica es muy grave no ya por la gran cantidad de animales y plantas que se ven condenados a la extinción, sino por su importante papel en la absorción de dióxido de carbono, necesario para evitar el calentamiento global que, entre otras cosas, está terminando con los hielos del Ártico, además de ser el responsable de algunas alteraciones climáticas que nos afectarán a todos. Volver al texto


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